Historia con poema

 Muerte


Uno está bien. Se levanta, come, se viste, va a trabajar, vuelve a casa, se va a dormir. Hasta que de la nada, el pensamiento de que la Muerte vendrá a buscarnos, aparece y dejas de encontrarle sentido a todo. No hay nadie que se salve de la visita de la Muerte, a todos nos llegará el día, tarde o temprano.


A mi, ese pensamiento me invadió por primera vez a los 14 años, pero después de unos días de haberle estado dando vueltas, me convencí que aún era muy joven para conocer a la Muerte, y el sentimiento de preocupación se fue. Pero ahora, a mis 63 años, ordenando la casa, tirando lo que no servía y organizando mejor, me di cuenta que he vivido muchísimo y han pasado cincuenta y un años desde ese día.


Estaba sacando libros de una de las estanterías del living, una que no tocamos hace años con mi esposa. Después de que haya quedado vacía, vi que había quedado un papel amarillento y bastante pequeño apoyado en uno de los estantes.


Lo agarré confundido, tenía algo escrito.


“No es que morir nos duela tanto.

Es vivir lo que más nos duele.

Pero el morir es algo diferente,

un algo detrás de la puerta.


La costumbre del pájaro de ir al Sur

-antes que los hielos lleguen

acepta una mejor latitud-.

Nosotros somos los pájaros que se quedan.


Los temblorosos, rondando la puerta del granjero,

mendigando su ocasional migaja

hasta que las compasivas nieves

convencen a nuestras plumas para ir a casa”


Emily Dickinson


Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta a Luciano Pavarotti

Analisis de crónicas

Cronica 1983